domingo, 30 de diciembre de 2012

Wiggins; del alcoholismo a vencer en el Tour


Bradley Wiggins es uno de los máximos personajes del año y probablemente uno de los mejores deportistas británicos de la historia. Su vida entera es un ejemplo de superación que ha coronado este año.

Nació en 1980 en Gante, Bélgica. A pesar de ello su pasaporte y nacionalidad es británica ya que su madre inglesa pronto le separó de su padre, conductor de trenes y alcohólico. Su madre y él se instalaron en el barrio londinense de Kilburn, uno de los más problemáticos de la capital. Su padre fue el que le insufló la pasión por la bicicleta durante los breves períodos de visita que realizaba a Londres, Wiggins prefería pedalear a dar patadas a un balón.

Mientras los demás niños de su barrio idolatraban a Lineker y Gascoigne, figuras del Tottenham, Bradley prefería a Induráin. El ciclista navarro ocupaba en pósters las paredes de la habitación del joven inglés que comenzó a competir en ciclismo en pista. Las pruebas preferidas del ciclista son la persecución y la especialidad Madison.

En el 2000 debuta en unos Juegos Olímpicos y Sidney es testigo del nacimiento de una leyenda del ciclismo. Con 20 años conquista su primera medalla olímpica, de bronce, en la modalidad de persecución. Cuatro años más tarde en Atenas, Bradley se encumbró como figura mundial del ciclismo en pista; un bronce en Madison, una plata en persecución por equipos y un oro en persecución individual. Bradley Wiggins alcanzó la cumbre de su vida pero a la vez comenzó la bajada más bochornosa.

Tras los Juegos comenzó a beber y lo que en un principio fue algo ocasional se convirtió en un problema de adicción al alcohol. Al igual que le ocurrió a su padre, el alcohol comenzó a destruir su vida. Sus compañeros comenzaron a llamarle Hooligan. Llegaba bebido a los entrenamientos y sus resultados comenzaron a bajar. En ese momento, su mujer Catherine le obligó a entrar en terapia contra la adicción y como el mismo Bradley ha reconocido públicamente sin ella y sus dos hijos; Ben y Bella no habría podido dejar la bebida. En su honor y para recordar su problema se tatuó una B en cada pulgar para recordar a sus vástagos.

"Se necesitan decepciones así para ser un mejor deportista. O te haces más fuerte o te arruinas". Con esa mentalidad, Wiggins comenzó a competir en carretera mas en serio. Después de sus inicios en 2004 en estas especialidades con el Crédit Agricole, en 2006 Cofidis le fichó para debutar en el Tour de Francia con 26 años. A pesar de centrarse en la carretera no dejo de lado su especialidad; la pista. En 2008 participó en el mundial de ciclismo en pista y se llevó dos Campeonatos; Persecución individual y persecución por equipos. Fue en estas dos mismas especialidades donde Bradley conquistó dos oros olímpicos más para su palmares en los Juegos Olímpicos de Pekín.



Consiguió levantarse tras caer y volver a tocar la gloria. La vida de Wiggins hasta este momento ya es un ejemplo de superación y podría haberlo dejado aquí, pero al ciclista británico aún le quedaba un sueño por cumplir; imitar a su ídolo Induráin y ganar un Tour de Francia.

Tras el éxito de Pekín, abandonó la pista para centrarse en su carrera en la carretera. Al venir de la pista Wiggins pronto comenzó a destacar en la contrarreloj, especialidad donde la colocación del ciclista y la cadencia son claves. De este modo consiguió su logro en carretera al vencer el campeonato británico de contrarreloj en 2009. Ese mismo año consiguió quedar tercero en el Tour de Francia.

Después de eso, dejaría el equipo Garmin, que le fichó en 2008, para enrolarse en el proyecto británico del Team Sky. El proyecto del equipo al que patrocina la cadena inglesa de televisión Sky era que un británico ganase el Tour de Francia antes de 2013 y Wiggins tenía muchas papeletas para liderar el proyecto. Tras un año de acoplamiento en 2010 en el que Bradley consiguió una etapa del Giro D´Italia, 2011 parecía que podía ser su año.

Con Contador lejos de su mejor forma tras participar en el Giro, los demás rivales parecían asequibles para el británico. La mala suerte se cruzó en su camino y en la cuarta etapa sufre una caída a 38 kilómetros de meta en la que se fractura la clavícula y debe abandonar el Tour. Aquel 2011 no fue negativo al final, quedó tercero en la Vuelta a España y consiguió la medalla de plata en contrarreloj en el mundial de ciclismo.

En 2012, todo estaba preparado para Wiggins. Contaba con el mejor equipo, llegó en el mejor momento de forma y nadie parecía por la labor de vencerle. Comenzó el tour segundo a 7 segundos de Cancellara. En la séptima etapa, la primera de alta montaña, cogió el maillot amarillo por primera vez en su carrera y ya no lo soltaría hasta París. El único rival que parecía que podía plantarle cara era su compañero de equipo Chris Froome, pero las órdenes internas frenaron al rebelde en favor de Wiggins. Aunque un servidor opina que sin ordenes de equipo Bradley también habría ganado el Tour.



La hazaña del británico no se quedó ahí. Unos Juegos Olímpicos siempre motivan y si son en tu país o ciudad aún más. Londres 2012 era la oportunidad perfecta para Wiggins de ganar una medalla olímpica fuera de la pista. Y así fue, se hizó con el oro en la contrarreloj y cerró su año perfecto, un año irrepetible para él y el ciclismo británico.



La historia de Bradley Wiggins es un ejemplo de superación y esfuerzo, de como detrás de ese chico flaco con patillas que paseó por los campos eliseos el maillot amarillo hay una historia con caídas duras en las que el espíritu deportivo y el apoyo de su familia le hicieron levantarse. Por esa historia y por dominar el ciclismo en 2012, el señor Wiggins es uno de los momentos de 2012.

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